Artículo: Tomar decisiones por emoción, ¿qué tan malo es?
En nuestra etapa adulta se da por entendido que podemos y sabemos resolver temas como elegir carrera, casarnos, educar a los hijos, manejar crisis, escoger nuestras amistades, emprender un nuevo negocio, y cuando no sabemos hacerlo lo vinculamos a la idea de que algo equivocado sucede en nosotros o en los demás y de forma inmediata hacemos uso de la autocrítica y/o empezamos a buscar culpables para lograr entender o acomodar en nuestras mentes esta incapacidad para tomar decisiones.
Es importante que sepamos, que en todo proceso de toma de decisión hay una frontera invisible entre el organismo (la persona) y su entorno y en la mayoría de las ocasiones, ahí está la clave para reconocer lo conveniente o no de una determinada decisión. Cuando te ves cargado (a) de un sentimiento superior a ti que se desborda y te lleva a actuar de manera intensa y vertiginosa, estamos hablando de emoción, y esta bien puede ser agradable o desagradable, dependiendo del contexto y de nuestro particular modo de dar respuesta a los acontecimientos. Cuando estamos hablando de entorno, no referimos a los aspectos que mencioné en el primer párrafo donde intervienen otras personas, determinadas situaciones, sociedad, y que son a los que debemos dar forma en nuestras propias vidas.
El problema consistiría entonces en que, si ante exigencias o demandas de la vida damos una respuesta basada únicamente en como interpreto “yo” el momento, (si lo interpreto como malo o bueno, provechoso, amenazante, etc.), podríamos terminar tomando decisiones que, a largo plazo, y muchas veces hasta a corto plazo, atentarían contra nuestro equilibrio emocional y con esto podría verse afectado nuestro desempeño en el entorno familiar, social, laboral y espiritual.
La clave para tomar decisiones que resulten en buenas decisiones para nosotros, tanto en el presente inmediato como a largo plazo, te las resumiré en estos puntos:
1) Frente a una determinada situación que provoque en tu organismo acaloramiento, visión un poco borrosa, alteración en la respiración, palpitaciones o cualquier otro cambio físico importante y que no corresponda a una situación donde se trata de proteger tu vida, ¡detente! Enfócate en lo que sucede en tu interior y trata de dar calma a esos cambios corporales primero. En este proceso, te ayudará a proyectar en tu mente, cuáles podrían ser las posibles consecuencias de un acto impulsivo. Para aquellos que profesamos la fe cristiana, el mejor recurso en este momento sería entrar en comunicación interna con Dios.
En muchas ocasiones las decisiones las basamos en la energía interna que sentimos por lo que pensamos puede suceder, pero lo prudente es que te enfoques en que toda decisión trae consecuencias y de lo que se trata es de que estás consecuencias sean buenas para ti a corto, mediano y largo plazo, pero también que vayan en armonía con tu entorno.
2) Busca orientación en personas con más experiencia que tú en el campo de la decisión que estás a punto de tomar.
3) Reconoce en ti mismo(a) la función que haría en tu vida la decisión que estás a punto de tomar. Aquí ayudan preguntas como - ¿Me será de provecho esta decisión?, ¿Me sentiré orgulloso(a) del posible resultado? ¿Qué sucede en mi interior?, ¿siento calma? ¿O siento preocupación?, etc.
Esto aparenta ser un proceso largo, pero verás que no es así. Lo que necesitas es practicarlo y basarte en tu propio repertorio de decisiones anteriores y analizar qué tan provechoso te ha resultado cuando has basado tus decisiones tan sólo en la emoción. Nuestra propia historia siempre nos resultará de buena referencia para cambiar hábitos que no han sido de provecho en nuestras vidas.
Todos podemos hacer que nuestras decisiones nos dejen un buen resultado. Todo dependerá de ti, será tu decisión.
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1. Greenberg, L.; Rice, L. y Ellot, R. (1996), Facilitando el cambio emocional. El
proceso psicoterapéutico punto por punto, Barcelona, Paidós.
Greenberg, L. y Paivio, S. (2000), Trabajar con las emociones en Psicoterapia. Barcelona, Paidós.
2. Mateu, C.; Dueñas, E.; Fuentes, I. y Blasco, M. (1997), La terapia Gestalt
según los terapeutas Gestalt, Valencia, Edit. La Nau.
Greenberg, L. (1990), “La investigación sobre el proceso de cambio”,
Revista de Psicoterapia, vol. I, nº 4, págs. 57-71.
3. Elliott, R., Watson, J.E., Goldman, R.N., & Greenberg, L. S. (2004). Learning Emotion-focused therapy: The
Process–Experiential approach to change. Washington, DC, US: American Psychological Association.