Escuchando nuestro lenguaje emocional
El lenguaje nos permite expresar nuestras ideas, pensamientos y sentimientos a través de las palabras pero a veces sucede que aunque no tengamos la intención de herir a otro(s), lo hacemos y todo porque dentro de lo que expresamos se nos fue un poco la mano aunque quizá esta no era la intención. Si esto te ha ocurrido no te sientas mal, creo que a todos nos ha pasado, pero lo importante es conocer un poco la razón de estas “expresiones insanas” para poder mejorar.
Cuando un pensamiento nos llega a la mente ´lo mas seguro es que sea de manera natural y libre, pero a los pocos segundos ese pensamiento libre se va asociando a otros contenidos que ya no son tan libres porque vienen con cargas como sentencias, reglas, dolor del pasado, invalidaciones, culpas, etc. Entonces, en lugar de que el pensamiento original cumpla con su objetivo real, se va a desviar y sólo buscará bajar la tensión que nos han provocado los pensamientos asociados. En resumidas cuentas, terminamos diciendo lo que no queremos porque el dolor de nuestro pasado lo vamos asociando en el presente frente a cualquier situación que nos haga recordar momentos similares y que nos traen malos recuerdos (Hayes et al. 1999).
Lo peor de todo es que la sensación de malestar nos va a golpear de inmediato y probablemente apliquemos un juicio rápido hacia nosotros mismos y lleguemos a la conclusión de que no somos capaces de controlar nuestra boca.
De todo lo que he ido mencionando, lo que menos encaja es la parte del juicio. Cuando nos hacemos auto-juicio sobre cualquier conducta que entendemos no es la mejor, terminamos desvalorizándonos, sintiendo que no tenemos buenas habilidades para relacionarnos y nuevamente aparece la misma cadena de pensamientos condicionados por el pasado y nos llevan directo a la frustración, de la frustración a la tristeza y de la tristeza es casi seguro que a la depresión. La clave está en que podamos detenernos antes del juicio. Cuando en una próxima ocasión te suceda que lo que vas a decir lo estás acompañando de emociones como cólera, tristeza, miedo, vergüenza, envidia o celos, haz un alto inmediato. Es mejor que dejes una conversación en pausa, a tener que volver a dañar tu relación contigo mismo y con los demás.
Lo recomendable es que esas emociones que te llegaron y que te iban a dañar el momento las puedas reconocer y que puedas elaborar la información que te están dando. Quizá alguien en algún momento no aceptó una propuesta que presentaste y lo que correspondía era únicamente que lo aceptaras con un “gracias”, porque esa persona está en su derecho de opiniar y pensar distinto a ti, pero lo que sucedió es que te llegó la emoción de la cólera porque no puedes tolerar que otros te contradigan y como resultado de esto lo insultaste, o te paraste y te fuiste dejando a la otra persona con la palabra en la boca. El único que se hizo el daño con esta reacción fuiste tú. Ni llegaste a cumplir con tu objetivo de presentar tu propuesta y mostraste que no tienes tolerancia al malestar, una habilidad que debe ser básica en la etapa adulta. En lugar de esto, te sugiero que analices el punto focal de que quizá esa emoción de cólera la has sentido cada vez que entiendes que eres despreciado o poco valorado (sin pensar que quizá el mensaje no iba hacia ti sino hacia tu propuesta) y que quizá esto venga porque durante la etapa de tu desarrollo no te permitieron expesar tus experiencias privadas sino que mas bien te castigaban, o te menospreciaban al momento de hacerlo. Al recordar esto, simplemente acepta que las cosas fueron así, pero que en el presente tienes la capacidad de manejarte diferente, de manera opuesta, con emociones mas reguladas porque simplemente has decidido quedarte con lo bueno de tu pasado y lo negativo superarlo y transformarlo en habilidades que te permitan un binestar en cada área de tu vida.
Una buena manera de manejarnos con las emociones y el lenguaje es tomar la decisión consciente de expresarlas de forma apropiada en función únicamente, de la situación en la que estemos.