La conducta antisocial. Qué hay detrás del delincuente.
A qué nos referimos cuando decimos “delincuente”? A una persona que ha cometido un acto antijurídico, es decir, un delito que se sanciona con una pena. Los actos delincuenciales se califican o se entienden a partir de un Código Penal que es donde está descrita la conducta social que merece castigo pero de manera genérica un acto delincuencial se entiende por cualquier acción que viole las reglas y expectativas sociales o vaya en contra de los demás. La delincuencia o conducta delictiva es una de las condiciones sociales donde más se reconoce una gran necesidad de la psicología ya que es importante conocer el origen desde el punto de vista psicológico de estos comportamientos para actuar tanto en la prevención como en el tratamiento que debe ser aplicado.
Actualmente observamos un incremento de las conductas antisociales en los jóvenes, de violencia contra la mujer, de consumo excesivo de alcohol y/o drogas, de atracos, de violaciones sexuales, terrorismo y lógicamente, esto pone en tensión a cualquier sociedad. Estos comportamientos delictivos envuelven pensamientos, emociones, origen familiar, creencias, actitudes, personalidad, que deben ser estudiados pero aún antes de ser estudiados ya se observa que como factor común, quienes delinquen, cuentan con una fuerte frustración. Es en el aprendizaje dentro del núcleo familiar y social donde esta la explicación a estas conductas en la mayoría de los casos, pero la investigación biopsicológica sobre delincuencia individual asocia la conducta antisocial con factores como lesiones craneales, baja actividad en el lóbulo frontal, baja activación del Sistema Nervioso Autónomo, Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, falta de empatía, entre otros.
Cuando se ha investigado el origen de esta conducta y la misma queda asociada a factores biológicos es importante que la familia reciba la orientación para el tratamiento que será aplicado en la persona con miras a que puedan quedar instruidos en el proceso para estar alerta en si la persona detiene el tratamiento ya que esto traería de vuelta los comportamientos no deseados.
Ahora bien, cuando se confirma que el origen de la conducta delictiva ha sido por tensiones de infancia se hace necesaria la intervención psico-terapéutica.
Estas conductas que se originan en el entorno familiar en los primeros años de vida bien podemos evitarlas. Es en los hogares donde se debe dotar a los hijos de seguridad, de amor, de sentido de identidad y de un verdadero significado existencial. En todos los casos de delincuentes analizados, de un modo u otro, se evidencia la siguientes carencias en varias áreas:
Escolares y académicas: Donde los menores no han tenido la oportunidad de recibir formación escolar.
Afectivas: El venir de familias disfuncionales donde el maltrato físico-psicológico, abandono por alguno o ambos de los progenitores, por sobreprotección o también por carencia de límites y normas, han estado presentes.
Sociales: Cuando son sometidos a modelos de conducta antisocial. Los hijos copian lo que ven en sus padres.
Ocio: Hay un refrán común que dice “la ociosidad es la madre de todos los vicios”. Cuando no involucramos a los hijos en distintas actividades en el hogar y se permite que su tiempo sea empleado en ver TV, o computador sin ningún tipo de control.
Personalidad: Baja autoestima y poca tolerancia a la frustración, inestabilidad emocional y dificultad para la empatía.
Como hemos podido ver, todos podemos contribuir a evitar este tipo de conductas. Es en lo hogares donde debemos hacer las intervenciones. Las escuelas y la sociedad ofrecen otro tipo de formación pero cuando de conducta de respeto y valor personal se trata son los padres los responsables de enseñar y velar porque sean aplicadas estas enseñanzas. Asumamos todos esta responsabilidad como corresponde. La sociedad lo agradecerá.