Las consecuencias de no compartir con los hijos.
Cada día me encuentro más con la realidad y pienso que nos alejamos más de lo que considero es ideal para las relaciones humanas. Estar en un restaurante y ver a los niños tan tranquilos sin la necesidad de que los padres le pongan atención se ha convertido en algo aparentemente maravilloso.
No bien se han sentado el niño recibe un artefacto moderno con el objetivo de que esté entretenido. Los nacidos en la era digital tienen ya un entretenimiento que los hará tecnológicos y les enseñará la forma de “triunfar” en la vida... la tecnología.
Los más grandecitos sacan sus teléfonos inteligentes o tabletas y comienzan una comunicación virtual con alguien (o con muchos) a distancia. El ambiente es perfecto, no hay que ponerles atención, mucho menos buscar temas para entretenerlos, tampoco hay que mandarlos a callar ni a decirles que no se metan en las conversaciones de adultos... la situación es propicia para los adultos acercarse; ups, se me olvidaba, estamos en un mundo moderno, los adultos tampoco quieren acercarse, sólo quieren poder utilizar sus modernos medios para conectarse a las redes sociales y entrar en conversación con los que están en otro lugar, mostrarles lo que hacen y demostrar lo bien que la pasan con sus seres queridos.
Veo cada vez más hijos de padres divorciados que salen con uno de sus progenitores y no disfrutan de ese momento porque lo importante es lo que está pasando afuera, no en la mesa donde todos se sientan, supuestamente a compartir.
Wao, qué realidad me toca vivir, soy de los que no nació digital ni tampoco quiere hacer el cruce a la era de las relaciones meramente virtuales.
Susan, ¿qué pasará en un futuro muy cercano? Pienso que: Seguiremos siendo por mucho tiempo personas; las relaciones humanas seguirán basadas en relaciones entre humanos; la inteligencia emocional seguirá rigiendo para todas las relaciones que se den entre humanos; necesitaremos conocer a los humanos en realidad para poder triunfar como humanos.
Claro, se podrá hacer mucho dinero detrás de una computadora encerrado en una habitación, con algunos medios modernos teniendo relaciones virtuales con personas en todo el mundo... pero a la hora de la realidad nuestro cerebro no evolucionará a la velocidad que queremos hacerlo evolucionar y las frustraciones llegarán a la velocidad de la luz. Seres cada vez menos humanos estarán inconformando su cerebro meramente humano.
Seres humanos que no conocen la sonrisa real, sólo una carita feliz; personas que no saben cómo hacer empatía, sólo aparentar que se congenia con otros; hombres y mujeres que sus emociones serán fingidas con letras y emoticonos. Eso es lo que nos espera, robots humanos programados para vivir de lejos, sin emociones reales y con pocos deseos de compartir. Individuos fríos con frustraciones inmensas y que no podrán reconocer el dolor ni la alegría en sus semejantes... quizá crearemos sociópatas en masas.
Si es de los que le da un artefacto moderno a sus hijos pequeños para que no le exijan atención, no espere otro resultado que un robot embelesado con lo que los otros dicen y muy alejado de sus seres supuestamente queridos.
Las relaciones humanas exigen atención y tiempo, el que lo ve como un desperdicio sólo tiene que cambiar de compañía, busque al que está lejos y comparta con él en verdad. Si los hijos ya no quieren salir con los padres, no tiene sentido obligarlos, han sido esos padres que no le pusieron atención ni le brindaron su cariño y comprensión en todo el camino a su pubertad. No hay que llevarles amiguitos para que se sientan bien en un restaurante, hay que hablar con ellos de lo que a ellos les interesa... hay que darles valor antes de perderlos. En mi libro Migomismo II dedico un capítulo a las relaciones con los hijos.